martes, 9 de noviembre de 2010

Reciclando sentimientos

Quien ha pensado alguna vez en reciclaje ha pensado también en las múltiples ventajas que este ofrece. Algunos quizá por dinero se han dado a la tarea de recoger cada pedazo de chatarra para llevarla a una de las casas de compra de materiales reciclados.

Ya sea una hoja de papel, una lata de aluminio o una pesada pila de hierro, todo pasa por el trájico proceso de ser segmentado, retorcido, y desmenuzado para volver a ser un material digno de volverse algo útil...

Pero qué pasa con nuestros sentimiento? No dejamos muchas veces que se vuelvan chatarras y preferimos guardarlos de esa forma en nuestros cuerpos sagrados en forma de dardos que apunzonan cada célula viva en nuestro interior?

Qué sucede con esos sentimientos que no podemos reprimir, aquellos como la ira que en ocasiones no logramos controlar y qué sucede con el alma perturbada por situaciones que se salen de nuestras manos? No sería mejor si todos esos sentimientos que acongojan nuestro espíritu un día los tomamos y los metemos en la máquina de nuestros pensamientos triturándolos, haciéndolos migajas y luego reconstruyéndolos en nuevos y hermosos sentimientos que llenen de aroma nuestras vidas, que nos hagan reír, que nos devuelvan nuestro derecho de soñar...

Por qué no reciclar nuestros sentimientos y transformarlos en materia prima para grandes triunfos, en joyas que podamos conservar siempre sin temor alguno y sin la autocompasión que acompaña a las desdichas... Practiquemos el reciclaje, el reciclaje de emociones y de sentimientos...